No sabéis lo que es perderse
entre sus piernas
y encontrarse seguidamente
en sus labios
mientras cargo con el peso
de todas las dudas y falsos reproches
a la espalda.
Tampoco sabéis cómo sonríe
cuando le provoco un escalofrío
al acariciarle la lengua con la mía
(mientras pienso en otra)
o cómo consigo
que se le crispen los nervios
cuando no es capaz
de leer entre miradas
lo que mi cobarde boca
no se atreve a confesarle.
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