martes, 30 de abril de 2013

XXI.

Jamás había visto
una mirada tan intimidante
venir de unas pupilas
   tan,
tan rotas,
por eso
no pude dejar de contemplar
el desastre
que intentaban esconder
   casi tan bien como las mías.

Fue una catarsis emocional.
Me calmó la desazón
que me había acompañado
durante toda una vida
con tan solo
un par de reservados
   e incrédulos
pestañeos
con los que me dejó entrever
que ella también se había dado cuenta,
que también había sentido
la sacudida en su interior
al verse reflejada
sin tener
un espejo delante.

Creí,
   quise creer,
por un suspiro,
que las casualidades existían;
no podía algo así
ser fruto del azar,
otorgándole sin quererlo
categoría de improbable
al volver a cruzarme
por segunda vez
con un caos tan yo.

lunes, 29 de abril de 2013

Su nombre, nada más.

Si te dijera ven, no vendrías ni de coña.

Realmente no sé a qué estoy jugando, ni por qué, cuando ni siquiera sé cuántas vidas tengo; cuántas merecerían la pena si ninguna contempla tu presencia.

Han pasado horas desde que mi piel tomó contacto con la tuya y aún arde; dos infiernos he pasado ya al despertar sin ser a tu lado.

Quién me iba a decir a mí que perdería el valor en la barra de un local cualquiera y no entre sus piernas.

jueves, 25 de abril de 2013

Play.

Ah, basta ya de negar la evidencia, de vestirnos de miedos, dudas, distancias, corazas y otros vestidos que nos quedan tres tallas grandes.

Sabes tan bien como yo que tenemos algo pendiente, que retrasarlo no hace más que acrecentar la tensión de este tira y afloja. Que vamos a explotar cuando menos lo esperemos y las esquirlas se van a clavar entre las costillas de quien menos las merecen.

Siempre nos quedamos a medias y yo ahora solo tengo ganas de ti sin ellas, o con ellas tiradas en el suelo del pasillo. Ayer también, no te creas otra cosa. Y puedo meter la mano entre las cenizas y apostar a que mañana será más de lo mismo.

Quiero que vuelva tu yo vulnerable, ese que se sonroja cuando no sabemos qué decir, ese que me tienta a cambiarte un beso por una sonrisa.

(Dicen que los amantes no saben nunca qué decirse, pero dicen tantas cosas...)

Esa frialdad mal fingida no sería un problema si los intentos de olvidarte minasen dichas ganas en lugar de acrecentarlas. Y es que, ver que huyes justo cuando estoy a punto de conseguirte, solo me insta a correr detrás de ti para gritarte que no juegues a ser yo porque sé cómo acabarán las cosas.

(Qué miedo me da saber que puedo volver a tenerte si no me ando con cuidado...)

Poco a poco nos han ido encontrando, interceptando miradas y caricias cuando no tocaba. Han visto tu pierna encima de la mía, mi mano rodeando tu cintura desde atrás y por debajo de la camiseta; nos han visto bailar. Nos han visto compartir versos, vasos y besos. No nos han visto tantas otras cosas que todavía podemos camuflarnos en otros cuerpos.

Quisiera ser capaz de anteponer nuestro presente compartido al pasado que no se atrevió a juntarnos por miedo a tornarse en futuro si con ello logro mantenerte en juego, sin llegar a ganar o perder.

lunes, 22 de abril de 2013

XX.

No hay vez
que busque entre tus recuerdos,
esos que residen en mi pecho,
   entre las costillas
   que casi hiciste estallar
   de dolor
   al marcharte sin avisar,
y que no se vierta el vértigo
entre los resquicios de mis costuras,
esas que cosiste a besos
   robados
sin mi permiso y a dulce traición.

Ya sabes,
que puedo galopar sobre otras ruinas,
puedo romper otras pupilas,
puedo encontrarme entre otras piernas;
   dormir bajo el influjo de otros sueños.
Pero el tiempo me ha hecho asumir
que soy incapaz de alcanzar
una sensación parecida
a la que me inundó
cuando nuestros ombligos
se deslizaron el uno sobre el otro;
un escalofrío parecido
al que atenazó mis músculos
   y me erizó la piel entera
cuando me llenaste las manos de ti;
una catarsis parecida
a la que me partió los esquemas
cuando me acariciaste por dentro
con la valentía del que no tiene nada,
   nada que perder,
y los restos de una desolación,
   como noche sin Luna,
desdibujada a ratos en tu mirada;
un mordisco parecido
al que conquistó mis miedos
cuando me embargó el desaliento
   y la incertidumbre
de no saber
si soy yo tu perdición,
   tu improbable,
o soy yo la que se pierde sin ti.

viernes, 19 de abril de 2013

Idioto.

Pocos pueden presumir de amigos de verdad, y menos aún de hermanos con los que no comparten sangre. Ah, qué afortunada me siento por ser de esos últimos. Y es que yo tengo una hermana a la que conocí hace poco más de un año. Como a todos los hermanos, al principio no la soportaba. Joder, esa cabezonería y esas ganas de salirse con la suya a toda costa.

Creo que nunca se había topado con alguien que realmente le llevara la contraria, creo que nunca me había topado con alguien que realmente me llevara la contraria.

Poco a poco, nos fuimos dando cuenta de que los choques eran simplemente similitudes, que luchar contra la otra era luchar contra una misma. Nos acostumbramos a recibir nuestra dosis diaria de hastaluegazotús, a comentar nuestros pasos como si estuvieramos comentando el tiempo atmosférico en un ascensor, a hablar con la mirada y a reír por cualquier tontería, entre otras cosas.

No sé si se habrá dado cuenta de todo lo que ha pasado desde ese fatídico día en el que nos empezamos a "pelear" por la maldita pelota rosa o a comentar la croqueta de Iniesta. No sé si se habrá dado cuenta, porque yo me paro a pensarlo, y se me llenan las manos de momentos. Y, fíjate tú, no hay ninguno malo. Ninguno.

Esa hermana pequeña, se ha hecho esta noche mayor de edad (aunque su neurona seguirá patinando, tenga los años que tenga). Esa pequeña rubia, me ha forzado a ser mejor persona, a preocuparme por alguien que no fuera yo y a volver a ser detallista sin esperar nada a cambio sin querer, a base de sonrisas y situaciones inolvidables.

Me ha arrancado el egoísmo y la bordería y los ha tirado a la cuneta para que les hiciera compañía a los suyos. Y es que sé que, en el fondo, esas púas que le rodean no son más que simple atrezzo para ahuyentar a los cobardes que no están dispuestos a sacrificar un poco de sí mismos a cambio de conocer un poco de ella.

En qué maldito momento me sacrifiqué yo, ya no sé vivir sin esas punzadas de mentira.

miércoles, 17 de abril de 2013

XIX.

Sabes tan bien como yo,
que ya nadie va a conseguir llenarte
por una simple razón:
sigo dentro de ti
ocupando un espacio
que ya
no me corresponde,
ni quiero,
ocupar.

Devuélveme esa parte de mí
que se quedó contigo,
esa parte a la que engañaste
cuando ni siquiera sabía a qué sabías
y que no me cree cuando le digo
que hay sonrisas más sabrosas
esperando a ser probadas.
Deja de aferrarte a ella
por miedo a no encontrar
nada parecido en el camino
que va de mi cama
a la puerta de tu habitación.

Basta ya de buscarme
en cuerpos vacíos de mente,
entre piernas que nunca se tocan,
en sueños de los que despertar
solo te sirvan
para echarme un poco de menos
y un polvo de más.

martes, 9 de abril de 2013

XVIII


Después de tanto andar,
descalza y sonriente,
sobre tus ruinas;
de haber derramado
sensaciones y demás;
de desgastar tu atractivo
a base de intentos fallidos;
de haberme precipitado sobre ti
como una lágrima suicidándose desde tus mejillas.

Después de haberme deslizado
en silencio entre tus costillas,
doliendo como ninguna,
y de hacer de tus entrañas
mi hogar perecedero.

Después de haber cosido a besos
cada una de tus roturas;
de pintar tus sueños a caricias,
de bailar al ritmo de tus latidos,
de morder tus miedos,
y de habernos condenado al silencio.

Después
de haber sentido tus estremecimientos
como intimidantes terremotos;
de haber avanzado tambaleante,
y medio ahogada por el vértigo,
por los tortuosos caminos que llevaban a tu pecho.

Después de cobrarme
el tango horizontal que me debías;
de vestirme de atrevimiento;
de robarte una mirada cuando no tocaba
y de desnudarme a tus espaldas...

Después de haberte deseado hasta dejar de sentir.

Me voy para volver, cariño;
no quisiera hacer suyo lo nuestro,
y están alerta.

Tú espérame con las dudas despiertas.

martes, 2 de abril de 2013

XVII

De dar tantos pedazos
a quién no los merecía,
me quedé sin corazón.
Y ahora solo tengo una coraza,
tan fría,
como los falsos reproches
con los que apuñalé a quién se atrevió
a morder mis miedos.