martes, 30 de abril de 2013

XXI.

Jamás había visto
una mirada tan intimidante
venir de unas pupilas
   tan,
tan rotas,
por eso
no pude dejar de contemplar
el desastre
que intentaban esconder
   casi tan bien como las mías.

Fue una catarsis emocional.
Me calmó la desazón
que me había acompañado
durante toda una vida
con tan solo
un par de reservados
   e incrédulos
pestañeos
con los que me dejó entrever
que ella también se había dado cuenta,
que también había sentido
la sacudida en su interior
al verse reflejada
sin tener
un espejo delante.

Creí,
   quise creer,
por un suspiro,
que las casualidades existían;
no podía algo así
ser fruto del azar,
otorgándole sin quererlo
categoría de improbable
al volver a cruzarme
por segunda vez
con un caos tan yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario