domingo, 11 de agosto de 2013

Amalgama.

Llegas, y me golpeas con la certeza entre los omoplatos; un escalofrío capaz de levantar un maremoto entre mis piernas que se sale de toda escala imaginable. Tu mano anclada en mi cintura, tu voz impasible sonando a escasos centímetros de mi costado izquierdo.

Tu andar me marca el ritmo.

Te miran, y casi puedo ver cómo le restas importancia para que siga siendo tan ambiguo como siempre. Me miran, y casi nos delato. ¿Podrán oír mis latidos? ¿Ambos?

Mira, una estrella fugaz.

Estás entre mis brazos, tu cabeza reposa aparentemente tranquila sobre mí. Si te giras, podrías acariciarme el cuello con la nariz. Miro nuestro reflejo en la ventana que tenemos delante. Cómo tiemblas. ¿O soy yo?

No sabes cuánto te deseo.

Te has armado de valor y has disparado sin vacilar. Me zumban los oídos del vértigo que he sentido cuando me has rozado. Sabes que sé que ha sido intencionado, ese segundo que sobraba casi tanto como la distancia que ahora nos separa. Qué locura más excitante.

"¿Por qué me miras así?"

Tu brazo en mi regazo, hablo sin saber realmente lo que estoy diciendo. Ella nos mira, a ti con deseo y a mí con recelo. Los cristales saltan por los aires, las carcajadas quitan tensión al ambiente; la nuestra sigue intacta.

"Dejad de perder el tiempo."

Dos besos. Nuestros nombres realmente poco importan. Cállate, deja que tu cuerpo hable. Ya estás otra vez llamando mi atención. No, no sabes que ya la tienes. Pero qué bonita y qué prohibida eres, qué suerte tiene.

Risas, confesiones.

Estás.
Demasiado.
Cerca.

Nos divertimos, nos perdemos en otras manos. Son otras bocas las que parecen acoplarse a la perfección con nuestros labios; los cuatro. No nos importa, nos vemos venir y aceleramos el paso.

Bésame de una puta vez.

Justificamos los medios sin darnos cuenta de que el fin solo existe si hay principio. ¿Princiqué?

"Yo no soy de esas."

¿Será posible?

No deberías, pero lo haces. Un par de palabras, un golpazo que despedaza pilares que me ha costado años construir.

"Siempre que me he arriesgado a romper alguno, se ha desatado el huracán."

Si los rompes todos a la vez, ¿qué más me da? No queda nada por lo que preocuparse. Qué peligrosa me has hecho. Y cómo me gusta serlo.

Ya no quedan historias como la nuestra, amor.

2 comentarios:

  1. Hablar sin saber realmente lo que se dice, puede resultar fabuloso. También que nos besen, ahora.

    ResponderEliminar