jueves, 5 de septiembre de 2013

Carta relativamente larga a un pseudopoeta.

Puedo decirte tantas cosas, amigo; puedo dar tantos rodeos y tomar tantos caminos para llegar a una misma conclusión, que no sé por dónde empezar.

Bueno.

Te voy a hablar, amigo, de la canción del Verano; por romper el hielo y por no romperte a ti las manos.

Verás, es una canción que todo el mundo escucha mientras charla animadamente con sus amigos. Es una canción que no llega nunca a erizarte la piel o a derramar lágrimas por tu rostro, pero que tiene miles de reproducciones cada día. Es una canción que no formará parte de los mejores o peores momentos de la vida de nadie porque es realmente vulgar, es una más de tantas. Es una canción, a fin de cuentas, que es como tu poesía.

Puedo decirte que he leído mucha prosa y mucha poesía. También puedo decirte que he escuchado muchas canciones. Que tengo las estanterías de mi casa a rebosar de primeras ediciones y que sé de lo que hablo.

Puedo decirte que me he pasado más de la mitad de los recitales poéticos a los que he asistido pensando en mis cosas, preocupada por cómo lo haré cuando salga yo a leer o encendiendo ese botón de desconexión total que descubrí un día mientras mis padres me echaban una chapa monumental. Puedo decirte que muchas veces me he sorprendido a mí misma tarareando una canción que no había escuchado al parecer en mi vida mientras salía a tirar la basura, a sacar a pasear al perro de mis abuelos o en esos infernales viajes en el transporte público de Madrid.

He perdido la cuenta y todo de la cantidad de momentos insustanciales que me ha brindado la gente como tú.

En cambio, puedo relatarte nítidamente algunos recitales que, literalmente, me han quitado la respiración o, incluso, me han hecho llorar - yo digo que es porque no parpadeaba durante el poema y el aire acondicionado me secaba los ojos, pero es mentira; que quede entre tú y yo - o todas las oportunidades que dejé escapar por escuchar algunas canciones; por deleitarme con las sensaciones que se apoderaban de mi cuerpo.

A veces pienso en todas las conversaciones y secretos que no he escuchado, pero la pena me dura nada y menos. Y quiero mil y una penas más si a cambio pudiera volver a sentir lo mismo que aquella primera vez que me enamoré mientras leía, por ejemplo. O que vi la sonrisa del cantante y las lágrimas pugnando por salir a través de su voz rasgada.

¿Sabes? Me gusta conocer al autor a través de lo que escupe; y no me gusta nada que sea uno más. ¿Por qué te empeñas en hacer de cada momento un momento único plasmándolo y publicándolo como quien habla del tiempo atmosférico en un ascensor? ¿No te das cuenta de que pierde valor? No, cómo ibas a hacerlo, si a ti lo que te llena es tener cientos de musas.

Da igual. Qué quiero decirte con todo ésto.

Verás, amigo, lo que tú haces no me gusta. Me da mucha rabia que trates de imitar la personalidad arrolladora de Irene, la fogosidad de Carlos, la perspicacia de Escandar, los recuerdos de Sergio o la vulnerabilidad de alguien de piedra a quien no quiero que conozcas; bastante daño has hecho ya.

Tú eres uno más de todos esos pseudopoetas que me inducen al coma desde el primer verso. Odio que escribas por gustar, por darte a conocer, por sacar algún provecho de tus escritos más allá que el salvarte a ti mismo de tus propios demonios. Me da asco que vulgarices símbolos que para mí lo han sido casi todo, que leas algo que te ha llegado y pretendas llegar al resto del mundo a través de ello. Supuro rabia por todos los poros de mi piel cada vez que leo o te escucho comercializar los sentimientos.

Que no se tú, pero yo escribo y rasgo las seis cuerdas de mi guitarra porque no soy capaz de llorar todo lo que debería. Que ojalá no tuviera esa necesidad nunca más, como ahora que soy feliz y escribo menos porque me dirás tú cuantas veces has llorado en tu vida de felicidad.

Creo que a estas alturas me odiarás como se odia a todo lo que duele, con media sonrisa en la cara; como odias a la verdad que subyace a todos esos escudos de hojalata y tinta barata que te empeñas en llevar por bandera en lugar de un corazón que late. ¿Por qué te empeñas en aparentar ese sufrimiento tan profundo cuando todos sabemos que no es más que superficial, y ni eso?

Dime, amigo, cuánta gente te ha relatado la fatídica noche en la que intentó quitarse la vida, o en la que se le escapó entre los dedos la de alguien a quien amaba. Dime, cuántas veces has amado incondicionalmente para hablar de ello con tanta ligereza. Dime, dime... ¿quién eres tú para hablar del amor si amar es dar sin esperar nada a cambio?

Amigo, escribe todo lo que quieras, pero escribe cuando duela o te haga temblar. Escribe en la soledad de tu cuarto o en la parada de la estación que vio marchar a lo más importante de tu vida. Plasma en papel, experimenta; no todo es tecnología. Lo bonito es tan sencillo, preciso y aterrador como lo es un folio en blanco.

Amigo, solo quería decirte que vas por el mal camino; estás cogiendo el cuchillo por el lado que corta; estás a punto de bajar unas escaleras mecánicas de subida; estás cruzando con el semáforo en rojo y, aunque hables siempre de ello sin haberlo hecho en la vida con los ojos cerrados, créeme que es una locura y es aterrador.

Mira, basta ya de pretender ser lo que no eres. Bastante complicada es ya de por sí la vida como para que vengas tú a darle una vuelta más de tuerca con tus metáforas contradictorias.

Basta ya.

Para todo este circo, por favor te lo pido.

En definitiva, quiero que sepas que me jode mucho que te unas a una moda que llevo vistiendo toda una vida y que la pudras desde los cimientos; que la desprestigies y te mofes de ella. Estoy cansada de que me llamen "intensa", de que me metan en el mismo saco que a ti. Y es que dejaría de escribir si así fuera.

Lo siento, amigo, no estás a la altura. No pretendas dar clases sin sacarte el graduado, porque esos trucos vistosos y de mala muerte que usas de nada te servirán a la hora de la verdad.

Ahora, que quieres gustar, que quieres ser leído y escuchado por cualquiera a cualquier hora, que quieres seguir siendo vulgar y boicotear el dolor ajeno, adelante, sigue como hasta ahora. Que en ese aspecto, te estás luciendo.

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