lunes, 22 de abril de 2013

XX.

No hay vez
que busque entre tus recuerdos,
esos que residen en mi pecho,
   entre las costillas
   que casi hiciste estallar
   de dolor
   al marcharte sin avisar,
y que no se vierta el vértigo
entre los resquicios de mis costuras,
esas que cosiste a besos
   robados
sin mi permiso y a dulce traición.

Ya sabes,
que puedo galopar sobre otras ruinas,
puedo romper otras pupilas,
puedo encontrarme entre otras piernas;
   dormir bajo el influjo de otros sueños.
Pero el tiempo me ha hecho asumir
que soy incapaz de alcanzar
una sensación parecida
a la que me inundó
cuando nuestros ombligos
se deslizaron el uno sobre el otro;
un escalofrío parecido
al que atenazó mis músculos
   y me erizó la piel entera
cuando me llenaste las manos de ti;
una catarsis parecida
a la que me partió los esquemas
cuando me acariciaste por dentro
con la valentía del que no tiene nada,
   nada que perder,
y los restos de una desolación,
   como noche sin Luna,
desdibujada a ratos en tu mirada;
un mordisco parecido
al que conquistó mis miedos
cuando me embargó el desaliento
   y la incertidumbre
de no saber
si soy yo tu perdición,
   tu improbable,
o soy yo la que se pierde sin ti.

1 comentario:

  1. "Un escalofrío parecido
    al que atenazó mis músculos
    y me erizó la piel entera
    cuando me llenaste las manos de ti".

    Definitivamente, el mundo cabe en sus manos y en ti toda la poesía existente.

    Un saludo desde http://retales-de-mis-noches-de-insomnio.blogspot.com.es/

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