Supongamos que no tengo nada con nadie y que tú tampoco. Supongamos también que no me guardas rencor (y que no me duele dolerte).
Supongamos, ya que estamos, que te desbloqueo de mi vida; que te permito formar parte de ella nuevamente por un par de días (y dos pares de noches).
Supongamos ahora que me gustaría volver a verte amanecer entre gemidos, con el pelo alborotado, los músculos contraídos y las mejillas encendidas (solo es un suponer).
Yo supongo y lo confirmo.
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